Nada.
Absolutamente nada. Eso soy.
Y mi mirada. Que a todos perturba, a todos mata.
Eso dicen.
Será porque está vacía.
Sí.
Con lo bonita que parecía la vida dentro de mi desastre, ¿eh?
No.
Ya no hay desastre. O sí, pero ahora está vivo. Ahora quema más. Y el monstruo despierto y yo con el gatillo roto.
Y claro que sin poesía no hay cicatrices bonitas.
Y las balas en los huesos. Y las palabras en el pecho.
Sin rumbo y con la cordura enloquecida.
Esperando a que aparezcas como solías hacer.
Pero ya no vienes y mi corazón empieza a desearme buena suerte. Qué cabrón.
Y qué putada eso de querer quererme y no saber hacerlo. O de no saber dejarme querer. Y.
No te rindas por mí, encontrarás otro frío. Aunque, en realidad, ya lo tienes. Pero mejor no te hablo de su abismo, que seguro que tú lo conoces mejor. Mejor me callo y hago como si no existiera.
Para ti.
Si ocurre que alguien pregunta por qué, dile que este vacío ha venido de la nada que me han ido regalando poco a poco. Gracias.
Descansa, que mañana serán otras ojeras.