A ratos te odio
porque jugaste con este alma rota
a sabiendas de los desastres que estabas desatando.
Inconsciente
me dejaste a mí
y a mis ilusiones.

Te dejaste la puerta abierta
y ahora cualquiera que se atreva a entrar sin pedir permiso,
puede hacerlo.
Bueno,
tampoco cualquiera.
Cualquier imbécil un poco valiente
(y un poco masoquista)

Ojalá no vuelvas a colarte.
Que este caos ya no vive por ti
ni bebe de ti.
Que no existen ni un "tú" ni un "yo"
porque ni siquiera estás.
Porque no te atreves a volver.
Y yo
no voy a pedirte que regreses.


A ratos recuerdo que te quise
que me jodiste
que ya no te quiero.